viernes, 3 de octubre de 2014

Celebración del Tránsito de San Francisco de Asís 2014

VIGILIA DEL TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO.
(Oración Vocacional).

Tránsito de San Francisco de Asís


Narrador/a: Esta noche queremos celebrar la muerte de Francisco de Asís. La muerte de un cristiano que la vivió como momento necesario para el encuentro con su Maestro. En ella vamos a comprobar la confianza que el santo Asís tenía en la bondad y en la misericordia de un Dios que no nos deja de su mano. En silencio, celebramos y oramos.

Canto.
¡Oh, alto y glorioso Dios!,  ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta, esperanza cierta, caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento (OrSD).

Lector 1: Son las 11 de la noche del 3 de Octubre del año 1226. Estamos en la pradera de la pequeña ermita de Ntra. Sra. De los Ángeles. Se oye un grillo y el crepitar de las llamas del fuego.

(Se oye la música de fondo mientras algunas personas van encendiendo las velas en torno al santo).
         
Lector 1: Los cuatro hermanos instalaron a Francisco en la cabaña de la Porciúncula, en pleno bosque, a unos cuatro metros de la capilla de santa María, reparada por sus propias manos. Mandó, pues, que llamasen a todos los que estaban en el lugar, y, alentándolos con palabras de consolación ante el dolor que les causaba su muerte, los exhortó, con afecto de padre, al amor a Dios. Habló largo sobre la paciencia y la guarda de la pobreza, recomendando el santo Evangelio por encima de todas las demás disposiciones. Luego extendió la mano derecha sobre los hermanos que estaban sentados alrededor, y, comenzando por su vicario, la puso en la cabeza de cada uno, y dijo:

Francisco: «Conservaos, hijos todos, en el temor del Señor y permaneced siempre en Él. Y pues se acercan la prueba y la tribulación, dichosos los que perseveraren en la obra emprendida. Yo ya me voy a Dios; a su gracia os encomiendo a todos».

Lector 1: Como los hermanos lloraban muy amargamente y se lamentaban inconsolables, ordenó el Padre santo que le trajeran un pan. Lo bendijo y partió y dio a comer un pedacito a cada uno. Ordenando asimismo que llevaran el códice de los evangelios, pidió que le leyeran el evangelio según San Juan.

Sacerdote o Presiente/a:
Lectura del evangelio según san Juan (Jn 17, 2-17).
«Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Palabra del Señor.

Lector 1: Francisco pidió al hermano León que le despojara de sus ropas y les dijo a los hermanos:

Francisco: “Hermanos, no vaciléis. El Padre me echó desnudo a este mundo, y desnudo quiero volver a sus brazos. Quiero morir desnudo, como mi Señor Jesucristo. Quiero morir en los brazos de la Dama pobreza y en el seño de la Madre Tierra, mi hermana. Ahora, tomadme, dejadme sobre la desnuda tierra y decidle al hermano Pacífico que entone el cántico de la Criaturas”.

Cántico de las Criaturas (Recitado a dos coros).

1. Omnipotente altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor;
tan solo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de tí mención.

2. Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial, loado por el hermano sol,
que alumbra y abre el día,
y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

3. Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

4. Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
por el hermano fuego que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!       

5. Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos, y flores de color,
y nos sustenta y rige : ¡loado, mi Señor!

6. Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

7. Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!,
ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

8. No probarán la muerte de la condenación.
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
¡Las criaturas todas load a mi Señor!

Lector 2: Nuestro beatísimo padre Francisco, cumplidos los veinte años de su total adhesión a Cristo en el seguimiento de la vida y huellas de los apóstoles y habiendo dado cima perfectamente a lo que había iniciado, salió de la cárcel de la carne y remontó felizmente el vuelo a las mansiones de los espíritus celestiales el año 1226 de la encarnación del Señor, en la indicción decimocuarta, el 4 de octubre, domingo, en la ciudad de Asís, lugar de su nacimiento, y cerca de Santa María de la Porciúncula. Su sagrado y santo cuerpo fue colocado entre himnos y cánticos y guardado con todos los honores en esa misma ciudad, y en ella resplandece por sus muchos milagros. Amén.

Presidente (se levantan todos): Hermanas y hermanos, aquel que confía en la misericordia de Dios no queda defraudado. El trance de la muerte fue para el santo de Asís el momento clave de la fe, de la confianza plena en el Cristo que le habló en San Damián y se le hizo presente en el leproso. Aquella noche, Dios le tomó con su misericordia y, de manos de la hermana muerte, lo arrebató al cielo. Pidamos nosotros confiar de la misma manera.

Y ahora, inclinando la cabeza respondemos “amén” a cada invocación.

El Señor os bendiga y os guarde. Amén.
Ilumine su rostro sobre vosotros y os conceda su favor. Amén.
Vuelva a vosotros su mirada y os conceda la Paz. Amén.
El Señor os bendiga hermanos en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Canto final.
Te alabo, Señor, por tantas maravillas que me hablan de ti.
Te alabo, Señor, por tantas alegrías que me has hecho sentir.
Te alabo, Señor, por este amanecer que me ha llenado de paz.
Te alabo, Señor, en ti descubro mi libertad.

Me has dado, Señor, el don de tu llamada que me invita a seguir.
Me has dado, Señor, tu gracia que me inunda y que me empuja a vivir.
Me has dado, Señor, hermanos que trabajan y abren su corazón.
Me has dado, Señor, un ser irrepetible, mi «yo».

Me pides, Señor, que forje con mis manos un presente feliz.
Me pides, Señor, que viva mi respuesta pronunciando un sí.
Me pides, Señor, mirar hacia delante confiando en tu amor.
Aquí estoy, Señor, dispón y haz lo que quieras de mí.

Te ofrezco, Señor, las fuerzas que me has dado y la ilusión por vivir.
Te ofrezco, Señor, los triunfos y fracasos, el gozar y el sufrir.
Te ofrezco, Señor, el tiempo de esperanza, fruto de tu bondad.
Aquí estoy, Señor, dispón y haz lo que quieras de mí.




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