Aunque seamos como una pequeña semilla, podemos dar mucho fruto.
"En aquel tiempo, Jesús propuso
esta otra parábola a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un grano de
mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas,
cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que
las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra
parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa
con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo
esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se
cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas;
anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo." (Mt 13,31-35)
Reflexión
Cuando vemos que la sociedad vive
cada vez más descristianizada, nos lamentamos y vemos lo poco que podemos
hacer. Ese sentimiento de impotencia es natural. Sin embargo, los mecanismos
del Reino de los Cielos funcionan de manera diferente. ¿Por qué? Porque el
verdadero actor es Dios, y como Él es Todopoderoso puede hacer que cambie hasta
lo más difícil.
Al contemplar la vida de los santos,
como la de S. Francisco de Asís, vemos cómo se realiza una gran obra a través
de ese "pequeño instrumento". Esto es lo que Jesús quiere decirnos:
"no te preocupes si sólo eres una semilla diminuta. Siémbrate en mi
Corazón y verás hasta dónde puedes".
Así lo hicieron un grupo de gente
sencilla que siguió a Jesús: sus apóstoles. ¿Quién les iba a decir que después
de dos mil años la Iglesia
estaría presente en tantos lugares y atendería las necesidades materiales y
espirituales de millones de personas? Esto se debe a que la fuerza de la Iglesia no está en lo que
pueda hacer cada uno por su cuenta, sino en el poder de Dios con las personas
que se entregan a fondo.
El secreto consiste en cambiar el
propio corazón por el de Jesús, pareciéndonos a Él en todo lo posible. Así se
transforma también nuestra familia y las personas de nuestro entorno. Y entre
todos, impulsados por Cristo, podemos traer a este mundo la civilización del
amor.
Señor, gracias por la semilla de
la fe que recibí el día de mi bautismo. Quiero que ésta crezca para que pueda
convertir, con tu gracia, mi vida en tierra buena, sin obstáculos ni cizaña que
detengan los frutos de amor que Tú produces.
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