JUEVES SANTO
La liturgia del Jueves Santo está toda embebida en el recuerdo de la Redención. La
función antiguamente de tres misas: La primera, en que se reconciliaban a los
públicos penitentes, la segunda, en la cual se consagraban los Santos Óleos, y
la tercera, para conmemorar muy especialmente la institución de la Sagrada Eucaristía
en la Última Cena.
La Iglesia, celebra en la
Eucaristía durante el curso del año los todos los misterios
de la vida de Jesús, se apega hoy al recuerdo de la institución misma de este
Sacramento inefable y del Sacerdocio Católico.
Esta misa realiza de un modo muy especial la orden dada por
Jesús a sus sacerdotes de renovar la Última Cena en que Jesús, en los momentos
mismos en que tramaban su muerte, instituyó el misterio de perpetuar entre
nosotros su presencia. Por eso la
Iglesia, suspendiendo un instante su duelo, celebra el Santo
Sacrificio en este día con santo júbilo, reviste a sus ministros con ornamentos
blancos y festivos, y canta el Gloria como a vuelo de campanas, las cuales enmudecerán
hasta la Vigilia
Pascual.
En la
Epístola nos dice el Apóstol que la Misa es el "Memorial de
la muerte de Jesús". Era necesario el sacrificio del altar para que
pudiésemos comulgar la Víctima
del Calvario y aplicarnos sus méritos. Y así la Eucaristía, que toma
todo su valor del sacrificio de la cruz, comunica a su vez una universalidad de
tiempo y de lugares. El mismo Salvador se encarga de hacer las abluciones
prescritas por los judíos en el curso del festín (Ev), mostrándose con
ello cuál es la pureza y la caridad que Dios exige a los que quieren comulgar,
para no exponerse como Judas a ser reos del Cuerpo y Sangre del Señor (Ep).
Participemos todos en este día de jueves santo de este Ágape, de este festín de la Caridad.
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