domingo, 14 de abril de 2013

Jesús llama: "SÍGUEME"

SÍGUEME
"Después de comer, Jesús dijo a
Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, saber que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas
viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".                                                                                                                    (Juan 21, 15–19)




Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme". Cristo Señor la dirige esta palabra a Simón Pedro de modo definitivo después de la resurrección. Antes ya le había llamado y le había hecho Apóstol; pero ahora, después de la resurrección, le vuelve a llamar. Primero hace esta pregunta tres veces a Pedro: “¿Me amas?”, y recibe la contestación. Tres veces la repite: “Apacienta mis corderos”, “Apacienta mis ovejas” (cfr. Jn 21,15-17). Y Cristo añade a continuación: “Te lo aseguro, cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” (Jn 21,18).

Así habló Cristo Señor a Simón Pedro. Y el Evangelista prosigue: “Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios” (Jn 21,19). Y precisamente tras estas palabras, tras esta explicación, Cristo dice a Pedro “sígueme”.

En cierto sentido fue como llamado a Roma, a este lugar donde Pedro iba a dar la vida por Cristo.

Son tres frases de la liturgia de hoy: “Es el Señor”. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, “Sígueme”. Conviene que meditemos sobre ella dentro de nuestro corazón y de nuestra conciencia. Cada una de ellas nos indica qué quiere decir ser cristiano.

El tiempo de Pascua nos obliga a responder con fe renovada a este reto concreto: Cristo ha resucitado y yo soy cristiano.

Dios nos ha amado en Cristo Jesús no sólo de palabra, sino con el don tangible de su Hijo (cfr. Jn 3,16). Al mismo tiempo se nos recuerda el valor destructor del pecado, o sea, de nuestro alejamiento del Dios de la vida.


“Ha resucitado Cristo, el que ha creado el mundo y ha salvado a los hombres con su misericordia. ALELUYA"


Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis
felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15).

No hay comentarios:

Publicar un comentario