El texto aquí presentado no fue
escrito por Santa Bernardita, si bien expresa con precisión lo que fue su vida.
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Santa Bernardita |
«Por la pobreza en la que
vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el
molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas; y
por mi constante cansancio…, te doy gracias, Jesús. Te doy las gracias, Dios mío,
por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del
padre Peyramale… No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso por los días
en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la
bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me
tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por alguien
que trataba de hacer un negocio…, te doy las gracias, Madre. Por la ortografía
que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y
por mi estupidez, te doy las gracias. Te doy las gracias porque si hubiese
existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido tú lo hubieses elegido…
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en
vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó «hermana María Bernarda»…, te
doy las gracias. Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan
delicado y sensible, y que colmaste de amargura… Porque la madre Josefa
anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la
madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan
de la humillación…, te doy las gracias. Gracias por haber sido como soy, porque
la madre Teresa pudiese decir de mí: «Jamás le cedáis lo suficiente»… Doy las
gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos, y que
otras hermanas pudieran decir: «Qué suerte que no soy Bernardita»… Agradezco
haber sido la Bernardita
a la que amenazaron con llevarla a la cárcel porque te vi a ti, Madre…
Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me
veían, la gente decía: «¿Esa cosa es ella?», la Bernardita que la gente
miraba como si fuese el animal más exótico… Por el cuerpo que me diste, digno
de compasión y putrefacto…, por mi enfermedad que arde como el fuego y quema
como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores
agudos y sordos que siento…, te doy las gracias, Dios mío. Y por el alma que me
diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y por tus
relámpagos, por tus rayos…, por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y
cuando faltaste…, te doy las gracias, Jesús».
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