ordinaria para
acercarse a todos, comenzando por los últimos,
y curarnos de nuestros
males y enfermedades. Me dirijo ahora a
aquellos que están bien
dispuestos a ponerse a la escucha de la
voz de Cristo que
resuena en la Iglesia ,
para comprender cuál es
la propia vocación. Os
invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros
transformar
interiormente por sus palabras que “son espíritu
y vida” (Jn 6, 63).
María, Madre de Jesús y nuestra, nos repite
también a nosotros:
“Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). Os hará
bien participar con
confianza en un camino comunitario que sepa
despertar en vosotros y
en torno a vosotros las mejores energías.
La vocación es un fruto
que madura en el campo bien cultivado del
amor recíproco que se
hace servicio mutuo, en el contexto de una
auténtica vida
eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive
por sí misma. La
vocación surge del corazón de Dios y brota en la
tierra buena del pueblo
fiel, en la experiencia del amor fraterno.
¿Acaso no dijo Jesús:
“En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: si os amáis unos
a otros” (Jn 13, 35)?».
Señor, hoy, como en todo tiempo,
tú no cesas de decirnos:
"Salid, sin miedo, para servir".
No hay comentarios:
Publicar un comentario