El sermón a los peces.
Antonio fue a difundir la palabra de Dios, cuando algunos herejes intentaron disuadir a los fieles que acudieron para escuchar el santo, entonces Antonio fue a la ribera del río que corrió a breve distancia y les dijo a los herejes de modo tal que la muchedumbre presente oyera: Del momento que vosotros demostráis de ser indignos de la palabra de Dios, entonces, me dirijo a los peces para confundir vuestra incredulidad. Y empezó a predicar a los peces de la grandeza y la magnificencia de Dios. Conforme Antonio hablaba, cada vez más peces acudían hacia la ribera para escucharlo, elevando sobre la superficie del agua la parte superior de su cuerpo y mirando cuidadosamente, abriendo la boca y bajando la cabeza en señal de reverencia. Los habitantes de la aldea se enteraron para ver el prodigio, y con ellos también los herejes que se arrodillaron escuchando las palabras de Antonio. Una vez conseguida la conversión de los herejes el Santo bendijo los peces y los dejo ir.
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