Hay algunos gestos humanos que
nos conmueven profundamente. El evangelio de hoy con el que comenzamos el
Triduo Pascual nos narra uno de estos. Jesús se levanta de la mesa y, con la
simpleza y la profundidad de los gestos que son proféticos, lava los pies de
sus discípulos. Dice el evangelista que Jesús en esta cena los “amó a los suyos
hasta el fin”. ¿Qué nos quiere decir esta expresión? Algunos comentadores del
texto dicen que hace referencia a un amor hasta el final de su vida, hasta su
muerte. Que Jesús los amó de un modo que sobrepasaba todo amor imaginable. Un
gesto de amor sin medida, que involucra toda su existencia.
En el gesto profético de Jesús,
encontramos un nuevo modo amar. Un amor que no es pasividad ni espera, sino que
es acción, iniciativa, “primero” diría Papa Francisco. Un amor que se abaja
tomando el último lugar para servir a todos. Es un gesto profético porque nos
sigue hablando por sí mismo a pesar de los siglos y las culturas que nos
separan.
Al mismo tiempo este modo de amar
es apasionado, no se puede contener, y desborda contagiando a aquel que se deja
interpelar. Nos presenta un amor que “quema” todo lo que toca, transformando
por completo la vida del que se deja amar.

En este Jueves Santo, recemos por
los jóvenes del mundo. Por aquellos que no se les ha permitido soñar, que han
perdido la pasión por construir un mundo mejor. Por los que no encuentran
sentido a su vida, por los que están tristes, por los que son descartados del
mundo. A todos ellos hoy Jesús se les acerca, se abaja y lavando sus pies,
quiere animarlos a amar si medida, con gestos proféticos que buscan construir
un mundo más justo.
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